Cómo el conflicto en Ucrania moldea la estrategia de ampliación de la UE
El regreso de la política de ampliación de la Unión Europea en el centro de la agenda política de Bruselas plantea interrogantes fundamentales sobre el equilibrio entre la tradicional promoción de valores democráticos y la urgencia de las necesidades geopolíticas del bloque. Este artículo se enfoca en analizar cómo el conflicto en Ucrania ha impulsado una reevaluación significativa de las prioridades de la UE, transitando del histórico enfoque centrado en la promoción de la democracia a una estrategia más orientada a garantizar la seguridad regional.
La política de vecindad oriental de la UE tras la Guerra Fría
Desde el fin de la Guerra Fría, la política de la Unión Europea hacia sus vecinos del Este ha mantenido una dirección clara y consistente: la promoción de la democracia se ha establecido como el pilar fundamental de su política de vecindad oriental. Este enfoque tiene como objetivo primordial fomentar relaciones efectivas de cooperación y estabilidad regional.
En este sentido, la UE ha asumido el rol de acompañar y alentar a estas naciones en el proceso de establecimiento de democracias estables y resilientes, considerando que dicho proceso es esencial para garantizar una integración efectiva y duradera en el marco europeo, tanto a nivel comunitario como extracomunitario.
A partir de esta premisa, la UE ha basado sus relaciones con estos países bajo la convicción de que la democratización puede transformar a sus vecinos en socios cooperativos capaces de contribuir a la estabilidad, seguridad y prosperidad de Europa. Este supuesto se ha consolidado como la idea central tanto de la política de ampliación como de la política de vecindad de la Unión, orientando sus estrategias y objetivos en función de este principio.
Hasta el año 2022, la promoción de la democracia en los Balcanes Occidentales se enmarcó en la política de ampliación. En contraste, para los países del Este, el bloque no contemplaba adhesiones a corto plazo; por ende, se limitó a perseguir una mayor alineación con las normas y valores de la UE a través de su política de Asociación Oriental, con el fin de evitar una confrontación directa con Rusia.
Este enfoque impulsado desde Bruselas se distingue claramente del adoptado por otras organizaciones internacionales que también buscan promover la democracia en estas regiones. Mientras que muchas de estas organizaciones se enfocan en la promoción de la democracia basándose únicamente en valores, a menudo sin inducir cambios significativos en los regímenes políticos de los países con los que colaboran, la UE persigue un objetivo más ambicioso.
Bruselas aspira a transformar y preparar a estos países para su integración en una unión política y económica que defienda y comparta valores comunes, garantizando una consolidación efectiva de los principios democráticos y del Estado de derecho.
El poder transformador de la Unión Europea es, de hecho, el factor clave que le permite garantizar su continuidad como una comunidad de democracias liberales y resilientes. Al exigir a los países interesados en la adhesión que lleven a cabo las reformas necesarias para consolidar la democracia y el Estado de derecho antes de su eventual incorporación al bloque, la UE se asegura de que estos candidatos cumplan con los estándares democráticos e institucionales requeridos.
La reaparición de las ambiciones geopolíticas
A raíz de la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, el enfoque que había guiado la política de vecindad de la UE desde el fin de la Guerra Fría comenzó a desvanecerse. La reaparición de una guerra convencional de gran envergadura en Europa socavó los principios que habían fundamentado hasta entonces las políticas de la UE en sus vecindarios orientales y sudorientales. Las nuevas dinámicas internacionales subrayaron la necesidad de adoptar un enfoque más «geopolítico», como ya había anticipado Ursula von der Leyen al inicio de su primer mandato como presidenta de la Comisión Europea en 2019.
La guerra en Ucrania ha evidenciado que los países de la vecindad oriental continúan siendo vulnerables a interferencias y agresiones externas mientras no estén plenamente integrados en el bloque. Esta percepción de vulnerabilidad ha llevado tanto a los Estados miembros como a las propias instituciones de la UE a reconsiderar su postura respecto a la política de ampliación, impulsando una reevaluación de las estrategias y prioridades en torno a la integración de estos países.
El contexto posterior a la Guerra Fría relegó las ambiciones geopolíticas del bloque a un segundo plano. Sin embargo, la invasión a gran escala de Ucrania ha elevado la ampliación de la Unión Europea como una nueva prioridad geopolítica urgente. Así, la política de ampliación ha evolucionado de una estrategia orientada a integrar los países candidatos en un espacio común de libertad y valores compartidos, a una política enfocada en proteger tanto a estos países como a la propia UE de potenciales amenazas externas.
Este cambio en las prioridades de la ampliación de la UE se manifestó claramente en junio de 2022, con la concesión del estatus de candidatos a Ucrania y Moldavia. Dicha decisión respondió en primer lugar a consideraciones de seguridad, reflejando un enfoque más centrado en la protección frente a amenazas geopolíticas.
Este nuevo enfoque hacia la ampliación contrasta marcadamente con el estancamiento que caracterizó los últimos 20 años a esta área, periodo en el que diversos factores contribuyeron a ralentizar el proceso. Entre estos factores se encuentran las preocupaciones internas derivadas de la turbulenta crisis de 2008, el impacto significativo del Brexit y la reciente pandemia de Covid-19.
En este contexto, emergen dos dimensiones interrelacionadas. Por un lado, la promoción de la democracia, que ha sido un pilar fundamental desde la fundación de la Unión Europea. Por otro lado, las aspiraciones geopolíticas, que, aunque siempre han estado presentes en cada fase de ampliación, habían estado tradicionalmente más orientadas hacia la promoción de normas y valores que hacia la resolución de problemas geopolíticos de gran envergadura, como la amenaza rusa.
En este sentido, ha habido preocupaciones acerca de que la UE pudiese sacrificar su identidad como promotora de la democracia para satisfacer sus ambiciones geopolíticas. En respuesta a estas preocupaciones, el paquete de ampliación presentado por la Comisión Europea en noviembre de 2023 ha procurado equilibrar la dimensión geopolítica con un firme compromiso con el mérito basado en reformas.
De este modo, se ha establecido que, independientemente del contexto internacional, todos los nuevos candidatos deben cumplir rigurosamente con los criterios de Copenhague, un mecanismo diseñado para garantizar que las futuras adhesiones no comprometan la integridad de la comunidad europea.
La promoción de la democracia como estrategia geopolítica
El retorno de la ampliación en el centro de la agenda política de la Unión Europea plantea dos cuestiones identitarias fundamentales para el bloque: su rol como actor geopolítico global y su capacidad transformadora como promotor de la democracia. En este marco, la Unión Europea se enfrenta a la crucial tarea de integrar y articular de manera coherente sus ambiciones geopolíticas con sus valores fundacionales.
En este escenario, se puede argumentar que la promoción de la democracia por parte de la Unión Europea también representa un interés primordial para sus objetivos geopolíticos. La consolidación de Estados de derecho y democráticos funcionales en los países de la vecindad oriental es esencial para fortalecer la resiliencia social frente a posibles influencias externas. La presencia de déficits democráticos o debilidades en el Estado de derecho puede generar vulnerabilidades que podrían ser explotadas por potencias extranjeras.
Un ejemplo paradigmático de esta situación son los regímenes híbridos. En estos sistemas, la ausencia de estándares democráticos sólidos y un marco institucional disfuncional, frecuentemente marcado por la corrupción o altos niveles de clientelismo, debilita la sociedad civil y restringe la libertad de prensa.
Tales deficiencias incrementan la vulnerabilidad de las sociedades ante influencias externas perjudiciales, como la propaganda y las campañas de desinformación. De este modo, garantizar el desarrollo de democracias estables y funcionales se convierte en una estrategia crucial tanto para la estabilidad interna de estos países como para los intereses geopolíticos de Bruselas.
Otro beneficio geopolítico inherente a la promoción de la democracia es el refuerzo de la estabilidad regional. A pesar de la percepción de que los regímenes híbridos o autocráticos pueden parecer más estables a largo plazo, la competencia global entre democracias y autocracias expone a estos regímenes a influencias externas, como las de China y Rusia, que pueden contradecir los intereses de la Unión Europea.
Además, las ambiciones democráticas persistentes en sociedades civiles de países autocráticos indican que la estabilidad autoritaria puede ser un objetivo a menudo inalcanzable. El malestar social que debilita la legitimidad de los líderes autoritarios crea un entorno propenso a la imprevisibilidad, dificultando el compromiso a largo plazo con la UE.
Por último, es pertinente considerar las crisis democráticas que ha enfrentado la propia Unión Europea, particularmente en Polonia y Hungría. Estos casos ilustran los riesgos asociados con el retroceso democrático y sus potenciales repercusiones en el orden interno del bloque. Si la ampliación se concibe como una herramienta geopolítica para fortalecer la resiliencia de la UE, sus dirigentes deben prestar una atención rigurosa a la calidad de los estándares democráticos en los futuros Estados miembros para evitar la desestabilización del bloque desde su interior.
Retos y oportunidades para la UE
La reciente reorientación de la política de ampliación de la Unión Europea, impulsada por el contexto geopolítico contemporáneo, revela la necesidad imperiosa de equilibrar las metas de seguridad con los principios democráticos que han definido tradicionalmente el enfoque del bloque. La incorporación de Ucrania y Moldavia a la lista candidatos a la adhesión en junio de 2022 subraya una respuesta estratégica a las amenazas externas y a la inestabilidad en la vecindad oriental, resaltando la urgencia de fortalecer las defensas regionales frente a influencias hostiles.
Este cambio de prioridades implica que Bruselas debe ahora gestionar simultáneamente las expectativas de integración democrática con la necesidad de proteger la estabilidad y seguridad del continente, asegurando que los futuros candidatos cumplan con criterios rigurosos de reformas y adaptaciones.
En este contexto, surge un desafío clave: cómo mantener la integridad de los principios democráticos mientras se aborda la creciente amenaza geopolítica representada por actores externos como Rusia. La promoción de la democracia, aunque sigue siendo un pilar esencial, debe ser gestionada de manera que no se vea comprometida por las presiones de seguridad. La Unión Europea deberá perfeccionar sus mecanismos de evaluación para equilibrar estos objetivos concurrentes, garantizando que la ampliación no solo mejore la cohesión interna del bloque, sino que también fortifique su posición estratégica en el escenario global.
El futuro de la política de ampliación de la UE dependerá de su capacidad para integrar de manera efectiva las dimensiones democráticas y geopolíticas en una estrategia cohesiva. La evolución de la política de ampliación en respuesta a los desafíos actuales reflejará la habilidad del bloque para adaptarse a un entorno global complejo, donde la seguridad y los principios democráticos deben coexistir armoniosamente.
Fuente: Cómo el conflicto en Ucrania moldea la estrategia de ampliación de la UE – The Political Room