El mapa del peso de la industria en Europa

El sector industrial representa entre un 20% y 25% del PIB de países como España o Italia, mientras que Francia o Reino Unido están por debajo de esa cifra


En Europa se inició la revolución industrial, y sigue siendo la casa de grandes empresas del sector como Shell, Volkswagen, Total Energies o BP. A pesar de las importantes contribuciones de estas empresas a la industria europea, el peso del sector industrial sobre el PIB del continente lleva en declive desde los años noventa. 

La economía de un territorio se divide en tres sectores: el primario (agricultura, ganadería y pesca), el secundario (industria y construcción) y el terciario (servicios). En Europa, el sector secundario abarca industrias clave como la producción de alimentos, bebidas y tabaco, la fabricación de automóviles y la metalurgia.

Dentro del sector industrial —en el que se incluye la construcción—, existen fuertes disparidades entre los países europeos en términos de su contribución al PIB. Noruega, por ejemplo, destaca con la mayor participación de la industria en su economía, alcanzando un 38,98% del PIB, según datos del Banco Mundial. En contraste, Chipre cuenta con una contribución industrial inferior al 10%. Esto se debe a que la economía chipriota está basada principalmente en el sector servicios, a pesar de que el petróleo refinado es su principal exportación.

En el caso noruego es el sector petrolero el que abarca la mayor parte del peso económico en el país. En 2022, las industrias del petróleo y el gas natural representaron el 28% del PIB, el 42% de los ingresos y el 58% de las exportaciones del país nórdico. En ese mismo año, Noruega fue el tercer exportador de gas natural del mundo y, en 2021, ocupó el puesto onceavo de entre los mayores productores de petróleo a nivel mundial.

Países como Irlanda, Chequia, Polonia, Eslovaquia, Bielorrusia y Rusia tienen una gran parte de su PIB representado por la industria, con una contribución que oscila entre el 30% y el 35%. Estas economías están marcadas por industrias clave como las farmacéuticas y químicas en Irlanda, el petróleo y el gas en Rusia, o el sector automovilístico en Eslovaquia.

Otros Estados de Europa, aunque con una contribución menor, también cuentan con una industria importante que representan entre el 25% y el 30% de su PIB. Sin embargo, una alta proporción de la industria en el PIB no siempre es sinónimo de una economía fuerte, ya que puede reflejar una excesiva dependencia de sectores específicos o una falta de diversificación. Por ejemplo, Alemania, uno de los motores industriales del continente y que atraviesa una importante crisis económica, tiene una industria que representa el 27% de su PIB.

También con una industria que aporta entre un 25% y un 30% de la riqueza encontramos a Austria, Eslovenia, Rumania o Turquía.

En cambio, países como España, Italia, Finlandia o Suecia presentan una industria que representa menos del 25% de su PIB, aunque aún supera el 20%, cifra que no alcanzan otros como Francia o Reino Unido. Estas menores contribuciones reflejan la especialización de estos países en otros sectores, como el turismo en España e Italia, o la diversificación de la economía en Francia y el Reino Unido. Una economía saludable no depende exclusivamente de un solo sector, ya sea el petrolero, el turístico o el automovilístico. La diversificación es clave para mitigar los riesgos derivados de posibles disrupciones externas o internas.

A pesar de que cada país ha evolucionado y ha sufrido cambios en su tejido industrial durante las últimas décadas, la tendencia general muestra un retroceso generalizado de la industria en el conjunto de la Unión Europea.

Desde finales del siglo XX, la aceleración de los procesos de deslocalización ha provocado que el peso de la industria en el PIB comunitario haya caído de casi un 30% a un 23% en 2023. La crisis financiera de 2008, que provocó una fuerte caída en la construcción, aceleró esta tendencia.

Por otra parte, la fuerte competencia global, especialmente en sectores como el de los coches eléctricos, ha colocado a países como China en una posición de liderazgo gracias a sus avances tecnológicos y su capacidad de producción masiva. Otros problemas, como el incremento del coste de la energía, exacerbado por disrupciones en las cadenas de suministro derivadas de conflictos como la guerra en Ucrania, han incrementado los costos operativos y limitado la capacidad de producción de la industria en la UE. A esto se suma el endurecimiento de las políticas medioambientales comunitarias, que, aunque necesarias para el futuro sostenible, no son implementadas con la misma rigurosidad en otras regiones, lo que ha reducido la competitividad de las empresas europeas frente a sus competidores globales, especialmente en Asia.

Pese a esto, desde el comienzo de la guerra en Ucrania, el espacio comunitario ha enfocado sus esfuerzos en reindustrializar la región, especialmente en sectores estratégicos como la defensa y la tecnología. Este rearme industrial no solo busca recuperar la capacidad de producción, sino también reducir la dependencia de potencias extranjeras en áreas clave, garantizando la seguridad y la autonomía económica de la región en el futuro.


Fuente: El mapa del peso de la industria en Europa – Mapas de El Orden Mundial – EOM

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