Digitalización y calidad del empleo: la evidencia

El impacto de la digitalización en el trabajo es desigual, pero más positivo allí donde las personas trabajadoras están protegidas por acuerdos institucionales.


El uso creciente de las tecnologías digitales en los lugares de trabajo europeos es innegable, pero su impacto preciso en el mundo laboral está aún por determinar. Existe un consenso cada vez mayor sobre los efectos transformadores de la digitalización en la estructura del empleo, con la aparición de nuevas ocupaciones y la destrucción de otras. Las investigaciones apuntan a cambios en el contenido de las tareas de los puestos de trabajo y al potencial de las tecnologías digitales para automatizar el trabajo humano, lo que puede conducir a un desempleo masivo, pero también a reducciones de la jornada laboral potencialmente favorables para los trabajadores.

Sin embargo, más allá de los cambios estructurales, ¿Cuál ha sido el impacto sobre la calidad del empleo y las experiencias de los trabajadores en el trabajo? ¿Cuáles son las diferencias en la calidad del empleo entre entornos digitalizados y no digitalizados en trabajos similares?

Un reciente informe del Instituto Sindical Europeo arroja luz sobre estas cuestiones. En él se analizan los sistemas informatizados que controlan o influyen de algún otro modo en lo que hacen los trabajadores en el trabajo, como las tecnologías de vigilancia, los dispositivos de seguimiento, las soluciones de inteligencia artificial y las herramientas digitales de mejora de la productividad. Se compara a los trabajadores expuestos a estas tecnologías digitales en los Estados miembros de la Unión Europea con los que no lo están, en puestos de trabajo y entornos institucionales similares.

Agitado e imprevisible

La digitalización puede ser un medio para aumentar la eficiencia en la asignación de tareas y el rendimiento de los trabajadores. Esto puede lograrse facilitándoles el acceso a recursos, como información o herramientas, para que puedan realizar sus tareas con mayor rapidez, pero también mediante una sincronización y asignación de tareas más eficiente. Las actividades laborales pueden dividirse en pequeños intervalos de tiempo, que luego se asignan en tiempo real para ajustar con precisión el calendario de ejecución de las tareas a la dotación de personal.

Aunque la idea en sí no es nueva, la tecnología digital con mayores capacidades informáticas hace que esta adecuación de las cargas de trabajo a los trabajadores no sólo sea factible, sino también rentable a gran escala. Además, el tiempo asignado a cada tarea se puede exprimir al máximo, limitando las pausas, los tiempos muertos o las actividades auxiliares, lo que aumenta aún más la eficiencia.

Así, los trabajadores en entornos digitalizados experimentan los horarios de trabajo como menos predecibles y el ritmo de trabajo como más agitado. La digitalización está vinculada a una mayor frecuencia de trabajo a corto plazo, en particular en la educación, la sanidad y los servicios financieros.

Los efectos de los sistemas informatizados en el trabajo también incluyen ritmos de trabajo más intensos. La intensificación del trabajo se observa en todos los sectores, pero es más pronunciada en la construcción, la industria manufacturera y la sanidad, lo que corrobora la tesis del cambio tecnológico basado en el esfuerzo.

Difícil desconectar

El impacto paradójico de las tecnologías digitales es que permiten una asignación más eficiente del trabajo al adecuar estrechamente las tareas a los trabajadores, pero al mismo tiempo éstos se ven sometidos a una presión cada vez mayor para estar más disponibles. En algunos contextos, como ocurre con muchas formas de trabajo de plataforma, presionar a los trabajadores para que amplíen su disponibilidad puede ser una estrategia empresarial manifiesta, pero también puede ser un subproducto de la forma en que los trabajadores interactúan con la tecnología.

En algunos casos, puede ser difícil desconectar del trabajo, que sigue a los trabajadores en su tiempo y espacios privados en una variedad de dispositivos portátiles: ordenadores portátiles, móviles, tabletas. Esto se ha identificado como un riesgo vinculado en particular al trabajo a distancia y a la economía de plataformas, pero los trabajadores de otros tipos de trabajo que utilizan dispositivos portátiles conectados también pueden ser susceptibles.

Como resultado, la realización de muchas tareas invade el tiempo privado de los trabajadores -extendiéndose más allá de sus horas contractuales en el caso de los empleados regulares- y difumina el límite en torno al trabajo remunerado. Los trabajadores expuestos a la influencia de los ordenadores son mucho más propensos a trabajar en su tiempo libre para satisfacer las demandas laborales y, por lo general, trabajan más semanas y días. Esto tiene consecuencias negativas para la conciliación de la vida laboral y familiar, sobre todo en el caso de los hombres.

Los autónomos son menos autónomos

Los avances tecnológicos aumentan los requisitos de cualificación para el trabajo, no sólo con las nuevas tecnologías, sino también para desarrollarlas y producirlas. En general, la mejora de las cualificaciones empodera a los trabajadores y el trabajo más cualificado tiende a ser más autónomo.

Sin embargo, las tecnologías digitales ofrecen más formas de supervisar, vigilar y controlar a la mano de obra, con efectos negativos sobre la autonomía. En el contexto de la economía de plataforma, por ejemplo, el trabajo mediado digitalmente y realizado en el marco de acuerdos de empleo precarios y gestión algorítmica limita la autonomía de los trabajadores a la hora de decidir cuándo y durante cuánto tiempo trabajan o qué tareas aceptan.

El impacto de la digitalización en la autonomía viene determinado por la calidad de los acuerdos laborales. Los asalariados no experimentan diferencias significativas en su autonomía en relación con la digitalización. Los autónomos, sin embargo, sufren pérdidas de autonomía.

Para este grupo de trabajadores más vulnerable, que incluye a los falsos autónomos y a los trabajadores de plataformas, la digitalización del proceso de trabajo conduce a un mayor control y subordinación, en lugar de a la liberación como «empresarios«. Teniendo en cuenta que los autónomos también están más expuestos a las tecnologías digitales en el trabajo, esto es motivo de preocupación. Lo contrario ocurre con los autónomos que son directores o socios gestores: este grupo, generalmente menos precario, es el único que se beneficia de la digitalización en términos de mayor autonomía.

Así pues, con el crecimiento de las profesiones altamente cualificadas, la digitalización está correlacionada con una mayor autonomía de los trabajadores en general. Pero esto se debe a un cambio paralelo en la composición de la mano de obra, más que a través del impacto directo de la tecnología en el trabajo.

¿Liberados del trabajo pesado?

Potencialmente, las tecnologías digitales deberían liberar a los trabajadores, al menos en parte, del trabajo pesado de tareas físicamente exigentes o peligrosas. Sin embargo, una exposición de baja a moderada a la digitalización se asocia a más factores de riesgo que la ausencia total de ella. Sólo los trabajadores muy influenciados por los sistemas informáticos están menos expuestos a riesgos físicos como el ruido, las sustancias químicas y biológicas, las posturas agotadoras o dolorosas y el levantamiento y traslado de cargas pesadas.

Al mismo tiempo, trabajar con dispositivos digitales plantea nuevos retos en términos de exigencias psicológicas y riesgos psicosociales y ergonómicos. Y aunque cabe esperar que algunos factores de riesgo físico disminuyan, otros pueden ganar en importancia, como los relacionados con la postura: los trabajadores de lugares de trabajo digitalizados están más expuestos a riesgos para la salud asociados a movimientos repetitivos de manos o brazos, por ejemplo.

Por tanto, el uso de la tecnología para sustituir las actividades humanas más arriesgadas parece limitado en su conjunto, con importantes compensaciones entre los riesgos tradicionales para la salud y los nuevos riesgos específicos del uso del ordenador. Mientras que algunos riesgos y exigencias físicas son menos comunes entre los trabajadores que utilizan ordenadores en el trabajo, están surgiendo en su lugar riesgos específicamente relacionados con la automatización y el uso prolongado de ordenadores personales, lo que exige un mayor escrutinio de estas tendencias y respuestas normativas adecuadas.

Las instituciones importan

La forma en que los ordenadores se integran en el proceso de trabajo difiere de un país a otro. Por ejemplo, en Alemania, Luxemburgo y los Países Bajos las tecnologías de la información y la comunicación se utilizan con relativa frecuencia, pero los sistemas informatizados ejercen poca influencia sobre los trabajadores. En Rumanía, en cambio, el uso de ordenadores es menos frecuente, pero su impacto sobre el individuo es desproporcionadamente alto. Una pauta similar de menor control individual por parte de los trabajadores se observa en algunos otros países del este y el sur de Europa, como Lituania, España, Polonia y Portugal.

El control del proceso de trabajo por parte de las tecnologías digitales puede estar más contenido en los países en los que el control humano individual está anclado en estructuras de relaciones laborales más amplias. Los acuerdos institucionalizados protegen mejor a los trabajadores de las diversas presiones, entre las que pueden incluirse las derivadas de la digitalización. Por lo tanto, el efecto final de la digitalización sobre el trabajo depende del contexto institucional en el que se introduzca la tecnología.


Fuente: Digitalisation and job quality—the evidence (socialeurope.eu)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *