La unión bancaria europea se estanca a pesar de las recomendaciones del ‘informe Draghi’

El bloqueo político de los países del norte choca con las necesidades de financiación que plantea el ex primer ministro italiano y expresidente del BCE.


Se dice que la Unión Europea solo avanza con decisión cuando no le queda más remedio. Uno de los padres fundadores del proyecto europeo, Jean Monnet, lo resumió con una frase que ha resistido el paso del tiempo: “Europa se hará en las crisis”. Y, efectivamente, ha sido así.

El colapso financiero de 2008, por ejemplo, llevó a plantear la creación de la unión bancaria, concebida para reforzar la estabilidad del sistema. El proyecto se articuló en torno a tres pilares: uno encargado de la supervisión prudencial, otro de la gestión de las quiebras bancarias (ambos ya consolidados) y un tercero, aún pendiente, que busca establecer un fondo común de garantía de depósitos para los ahorradores de la eurozona. A este entramado se añadió una nueva pieza: la unión del mercado de capitales, diseñada para diversificar las fuentes de financiación y reducir la dependencia del crédito bancario.

Aunque ambos proyectos –el fondo común (mejor conocido como esquema europeo de garantía de depósitos (Edis), por sus siglas en inglés) y la unión del mercado de capitales– han avanzado de forma desigual y siguen incompletos, la confluencia de crisis recientes ha vuelto a subrayar la necesidad urgente de completarlos e integrarlos para fortalecer la arquitectura económica. La pandemia, la invasión rusa de Ucrania, las tensiones comerciales y la creciente competencia global han puesto sobre las cuerdas al modelo europeo.

Implementar el esquema europeo de garantía de depósitos es un asunto político

“Las vulnerabilidades se acumulan”, advirtió Mario Draghi en septiembre en la Comisión Europea, pasado un año de haber publicado su famoso informe, la biblia económica que promete desbloquear la falta de competitividad en la zona y que se centra en tres puntos: cerrar la brecha en innovación tecnológica, diseñar una estrategia industrial que acompañe a los objetivos climáticos y avanzar hacia una mayor seguridad y autonomía.

Esas prioridades requieren de una fortaleza financiera que pasa por la culminación de la unión bancaria y del mercado único de capitales. Aunque las recomendaciones de Draghi no ahondan en estos temas de forma concreta, sí se habla de ellos en un marco más amplio de competitividad. A pesar de ello, desde la publicación del documento del italiano, la discusión en torno a estos temas apenas se ha movido en la agenda comunitaria.

Puntos polémicos

“La verdad es que no ha pasado prácticamente nada”, afirma Nicolas Véron, investigador principal de Bruegel y del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington, DC. La dificultad de implementar el esquema europeo de garantía de depósitos reside en una profunda resistencia política a la idea de compartir riesgos financieros entre los Estados de la zona, explica Véron.

El esquema de garantía de depósitos busca principalmente crear una bolsa común y asegurar que, independientemente del país de la eurozona donde se ubique el banco, el usuario reciba la misma cobertura de 100.000 euros. Supone que, en caso de una quiebra, los ahorradores tendrán la misma protección sin que un país se vea forzado a intervenir con dinero público, como ha sucedido antes, para cubrir los depósitos de un banco en bancarrota.

Se trata de mutualizar el riesgo y proporcionar un único paraguas de respaldo para todos los depósitos. “Eso significa que, si un país tuviera que asumir las pérdidas de sus bancos –como le ocurrió a Irlanda durante la crisis financiera–, podría poner en riesgo su propia estabilidad y la del conjunto de la eurozona”, señala Francisco del Olmo García, profesor asociado de Economía Aplicada del Departamento de Economía y Dirección de Empresas de la Universidad de Alcalá. “Por eso, se necesita un grado de solidaridad que hoy todavía no existe”, asevera.

Europa es una colección de 27 mercados de capitales nacionales

“Países como Alemania y los Países Bajos se muestran reacios a dar este paso hasta que los bancos europeos hayan reducido suficientemente los riesgos heredados (por ejemplo, altos niveles de préstamos morosos o exposición a deuda soberana)”, comenta Brunella Bruno, investigadora titular en Mercados e Instituciones Financieras del Departamento de Finanzas de la Universidad Bocconi. “Otros países, especialmente en el sur de Europa, consideran que la distribución del riesgo es necesaria para romper el círculo vicioso entre los bancos y sus Gobiernos nacionales”, añade la experta.

La protección de los depósitos está estrechamente vinculada a la soberanía nacional y a la confianza pública en el sistema bancario. Así que ceder el control a un fondo europeo sigue siendo un asunto políticamente controvertido.

Su relevancia depende, sobre todo, del escenario. “En tiempos normales, cuando no hay crisis financiera, el tema del esquema europeo de garantía de depósitos no genera gran preocupación política porque se tiende a pensar que, si no hay recesión, no importa cómo se gestionan”, arguye Véron. Pero un contexto de apuro económico, una unión bancaria sólida y terminada, marcaría una enorme diferencia. “Aumentaría la estabilidad y la resiliencia de la zona euro frente a choques sistémicos”, agrega el experto de Bruegel. “Culminarla sería una inversión en el futuro de la eurozona, una forma de fortalecer su capacidad de respuesta ante posibles crisis. El problema es que falta voluntad política para hacerlo”, recalca.

Estados en contra

Desde 2015, cuando la Comisión Europea presentó la propuesta formal del Edis, el Gobierno alemán ha frenado cualquier avance sustancial. Italia, por su parte, se opone a limitar la exposición de sus bancos a la deuda nacional, alegando que esos bonos son cruciales para su financiación. A esta situación se añade la firme resistencia del bloque frugal (Países Bajos, Finlandia, Austria), que insiste en la máxima de reducir riesgos antes de compartirlos. Pero también se agrega la tibieza de Francia, que condiciona el avance a la unión de los mercados de capitales.

Actualmente, los mercados de capitales (donde se compran y venden activos financieros a largo plazo, como acciones, bonos y otros valores) en la UE están fragmentados. Es una colección de 27 pequeños mercados nacionales, lo que significa que un inversor o una empresa en un país a menudo enfrenta obstáculos legales o fiscales para invertir o financiarse en otro. “Eso impide que exista un sistema capaz de absorber la financiación de startups y acompañarlas hasta convertirse en scaleups [una empresa de rápido crecimiento que ha superado la fase inicial]”, indica Germán López Espinosa, catedrático de Contabilidad de la Universidad de Navarra y la IESE Business School.

Ello lleva a que un gran porcentaje de estos emprendimientos pasen a manos de compañías o fondos fuera de la UE. “Las empresas europeas que logran crecer se ven obligadas a mirar más allá de los mercados de capitales locales, ya que las oportunidades de salida internas son limitadas y el número de potenciales compradores es reducido”, dice un informe del Banco Europeo de Inversiones (BEI), publicado hace un año. De hecho, más del 60% de las scaleups europeas adquiridas terminan en manos de compradores de fuera del continente, principalmente de Estados Unidos, donde existe un ecosistema financiero más maduro y con mayor apetito por el riesgo.

Alemania y los Países Bajos han puesto barreras para mutualizar los riesgos

En contraste, en San Francisco –uno de los principales polos mundiales de innovación– solo el 13% de las empresas en fase de expansión son compradas por inversores extranjeros, lo que demuestra la dependencia europea del capital exterior y la debilidad de su propio mercado de capitales, destaca el informe del BEI. “La falta de un mercado de capitales común es un gran obstáculo para la región, que necesita ese complemento para financiar proyectos de mayor riesgo”, abunda López Espinosa.

De forma más general, un mercado único permitiría que los depositantes minoristas y mayoristas movieran fondos e invirtieran excedentes libremente, sin barreras legales o fiscales. “Para las instituciones financieras, implicaría compartir riesgos entre países y tipos de prestatarios, lo que supondría una ventaja importante. Para las empresas, ampliaría las oportunidades de financiación y, por tanto, su capacidad de inversión. Pero para lograrlo, sería necesario simplificar y armonizar la regulación, incluyendo no solo las normas financieras, sino también los marcos fiscales y de insolvencia”, cree Bruno, de la Bocconi.

Cerrar por completo el círculo, completando la unión bancaria y de mercados de capitales, facilitaría, de igual forma, las fusiones bancarias transfronterizas y crear gigantes que puedan competir de tú a tú con las entidades estadounidenses. “Algunas operaciones que se han hecho (como el caso de Unicredit, que compró el 26% de Commerzbank), han encontrado resistencia política, especialmente por parte del Gobierno alemán, que no quiere perder el control de su banco”, subraya el experto del IESE. Bajo este panorama, encontrar sentido económico a una fusión entre bancos de distintos países sigue siendo muy difícil, remata el experto.


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