Danas, olas de calor o incendios: el cambio climático ya es un desafío de seguridad y económico para la UE
Bruselas lo ha integrado en sus previsiones de riesgo, pero las luchas políticas frenan parte de los esfuerzos para combatirlo. Las audiencias de los comisarios designados que comienzan esta semana, medirán el nivel de compromiso de la nueva Comisión con este desafío
La tragedia de la dana en Valencia resonará en Bruselas durante largo tiempo, especialmente, en las próximas semanas claves para la configuración del nuevo ejecutivo de la Unión Europea. Los candidatos designados a comisarios se someten a partir de este lunes a las preguntas del Parlamento Europeo que debe confirmarlos o desecharlos. Entre ellos se encuentra el equipo que, bajo la dirección de la vicepresidenta ejecutiva española Teresa Ribera, que también será escuchada a mediados de mes, ha diseñado la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, para temas medioambientales. Un momento clave, advierten los observadores, para medir el grado de compromiso verdadero de Europa con la lucha contra el cambio climático con hechos y no solo palabras.
Las inundaciones en Valencia y regiones vecinas “son otra llamada de atención trágica que resaltan la realidad crítica que atravesamos”, sostiene Alex Mason, responsable de Clima y Energía de WWF UE. “Y son también un mensaje para la UE de cara a la nueva Comisión para que no apriete el botón de pausa en acción climática y protección de la naturaleza”, agrega.
La catástrofe provocada por la dana en Valencia ha sobrecogido, pero no sorprendido, en Bruselas. No hay informe sobre la seguridad de la Unión Europea publicado en los últimos años en el que el cambio climático no figure como factor clave de riesgo social, económico y hasta geopolítico. El último es el elaborado por el expresidente finlandés Sauli Niinisto sobre cómo reforzar la preparación civil y militar de Europa, presentado en la mañana posterior a la noche de pesadilla de la dana y cuando aún no se conocía toda la magnitud de la tragedia. El término “cambio climático” aparece 123 veces en 165 páginas.
“En vez de tratar consideraciones de seguridad y de clima como prioridades rivales o mutuamente excluyentes, se deberían afrontar de manera holística las amenazas tanto procedentes del ser humano como las naturales”, subraya Niinisto. También el alto representante para Política Exterior de la UE, Josep Borrell, ha alertado reiteradamente del riesgo geopolítico del alza en las temperaturas y las crecientes sequías e inundaciones, que ya están provocando flujos migratorios: “El cambio climático es claramente uno de los grandes desafíos para la estabilidad de nuestro vecindario y la seguridad de nuestras fronteras”, afirma
Según un reciente análisis del Parlamento Europeo, publicado semanas antes de la tragedia española, en los últimos 30 años, solo en la UE, las inundaciones han afectado a 5,5 millones de personas, han causado 3.000 muertes y más de 170.000 millones de euros en daños económicos. En 2021, las graves inundaciones en Bélgica y Alemania dejaron más de 200 muertos. Dos años más tarde, en 2023, nuevas inundaciones en Italia, Eslovenia, Austria, Grecia, Italia y Francia causaron daños por más de 23.000 millones de euros. Ahora, el Ejecutivo europeo se prepara ya para recibir, en breve, una nueva factura de la catástrofe española que nadie se atreve aún a precisar, pero que se aventura será también milmillonaria, más allá de las vidas perdidas.
“En solo unos pocos meses, las inundaciones han afectado a Europa del Este y Central, a Italia y ahora a España. Esta es la dramática realidad del cambio climático”, dijo, acongojada, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al presentar junto a Niinisto el estudio que, como tantos otros antes, alerta de la falta de preparación de Europa ante una naturaleza cada vez más imprevisible y terrible como consecuencia de la acción humana. La Comisión Europea ha recordado tras la tragedia de Valencia que 2023 fue también el año en el que Europa, un continente que se calienta al doble de velocidad que el resto del planeta, sufrió los mayores incendios jamás registrados, pese a que fue a la par uno de los años más lluviosos de la historia, mientras que las temperaturas se dispararon. Además, se ha advertido repetidamente que no actuar ya contra el cambio climático puede costarle a la UE el 7% del PIB hasta finales de siglo.
Pese a ello, la ambición medioambiental del Ejecutivo europeo se ha visto frenada una y otra vez por los temores de muchas capitales (y fuerzas políticas en Bruselas) a las consecuencias políticas de una auténtica revolución en el modo de vida que exige adaptarse al cambio climático en una Europa cada vez más virada hacia la extrema derecha negacionista. Hasta el punto de que en el nuevo mandato recibido por la alemana Ursula von der Leyen, ya no se habla siquiera de transición “verde”, sino “limpia”. Un eufemismo que se siente más aceptable en el actual ambiente político, que también ha llevado a que todavía no se haya transformado en mandato oficial la propuesta hecha por la Comisión a comienzos de año de fijar como objetivo 2040 que las emisiones de gases de efecto invernadero de los Veintisiete en su conjunto se reduzcan “al menos” un 90% respecto a los niveles de 1990.
El panorama político cada vez más a la derecha también se refleja en Bruselas, con una Comisión de fuerte mayoría conservadora (14 de los 26 comisarios propuestos, además de Von der Leyen, son del Partido Popular Europeo que ha intentado tumbar o ralentizar en los últimos tiempos varias leyes medioambientales), a los que se une otro procedente de los Conservadores y Reformistas ECR de la primera ministra ultra italiana Giorgia Meloni y uno más de las filas de Patriotas por Europa del húngaro Viktor Orbán y la francesa Marine Le Pen. Mientras, en la Eurocámara que ahora deberá ratificar al equipo de Von der Leyen, la derecha y extrema derecha ya han forjado varias alianzas para superar la oposición de los tradicionales partidos proeuropeos.
“Estamos en un momento crítico en la lucha contra el colapso climático, pero nuestros líderes están dormidos al volante”, critica Steve Trent, director general y fundador de la Environmental Justice Foundation. “1,5 C fue el objetivo acordado en las conversaciones sobre el clima de París, pero estamos en camino de un mínimo de 2,6C con las políticas actuales, y eso si realmente se cumplen. Cada día que nos retrasamos, cada fracción de grado que permitimos que aumente la temperatura global, es una amenaza directa para el futuro de la vida en la Tierra. Cuanto más permitamos que proliferen los combustibles fósiles, cuanto más tomemos del banco de la naturaleza sin devolver nada, más graves y frecuentes serán sucesos como éste”, advierte en un comunicado emitido tras la tragedia española y de cara a la próxima COP29, en Bakú (Azerbaiyán), que comenzará a celebrarse el 11 de noviembre, justo antes del fin de las audiencias a los integrantes del futuro ejecutivo europeo.
“Las audiencias van a ser la prueba decisiva para la escala de ambición de la UE en acción climática de los años venideros”, sostiene Chiara Martinelli, directora de CAN Europe. Para esta organización paraguas de ONGs medioambientales en todo el continente europeo, es fundamental que el paso de los comisarios designados por la Eurocámara “no sean una cámara de eco de retórica vacía”. Durante las dos semanas de audiencias en Bruselas, “queremos oír planes reales de acción real”, acota el responsable de clima de CAN, Sven Harmeling.