La revisión estratégica del BCE: una traición a las y los trabajadores europeos

La última evaluación estratégica del Banco Central Europeo ignora lecciones fundamentales, perpetúa un mito económico perjudicial y socava el papel vital de los trabajadores.


Durante décadas, se ha dicho a los trabajadores europeos que confíen en la neutralidad de los bancos centrales. Se nos aseguró que el único compromiso del Banco Central Europeo (BCE) con la estabilidad de los precios era un imperativo tecnocrático, ajeno a la política y libre de ideologías. Sin embargo, la Revisión Estratégica 2025 recientemente publicada por el BCE confirma lo que los sindicatos llevan mucho tiempo advirtiendo: esta neutralidad es un mito y las políticas del Banco siguen inclinando el terreno de juego económico a favor del capital y en contra del trabajo.

La Revisión era una oportunidad crucial para que el BCE corrigiera el rumbo. En cambio, reafirma en gran medida un marco que ya ha fallado a los trabajadores europeos. La respuesta del BCE a la crisis inflacionista de 2022-2023, basada en supuestos obsoletos sobre la inflación impulsada por los salarios, ignoró a los verdaderos culpables: la fragilidad de las cadenas de suministro, la dependencia de los combustibles fósiles y el poder de fijación de precios sin control de las empresas. En lugar de adaptarse, el BCE redobló su viejo reflejo: subir los tipos de interés. Las consecuencias han sido graves, empujando a los hogares al borde del abismo, tensionando los servicios públicos y retrasando inversiones vitales en la transición ecológica y digital.

La revisión estratégica hace poco por cuestionar el mito perjudicial heredado de la década de 1970: que la inflación es fundamentalmente un problema salarial. Esta narrativa ha sido desmentida por completo. Los salarios han ido sistemáticamente a la zaga de la inflación y los trabajadores han soportado el peso de la crisis. Sin embargo, el BCE sigue considerando la negociación colectiva como una amenaza en lugar de como una fuerza estabilizadora. Al hacerlo, socava uno de los mayores activos económicos de Europa: la fijación coordinada de los salarios, que favorece tanto la equidad como la resiliencia.

En uno de los documentos de investigación publicados junto con la revisión, el BCE afirma:

«El riesgo de espirales de precios y salarios en el reciente repunte de la inflación se contuvo gracias al sólido anclaje de las expectativas de inflación, combinado con un papel limitado de la indexación salarial… Esta característica institucional [la indexación salarial] se redujo sustancialmente tras la experiencia de las espirales de precios y salarios, pasando de una indexación total y automática para más del 50 % de los empleados del sector privado en la década de 1970 a una característica insignificante con la introducción del euro… Los sindicatos han expresado su demanda de reforzar la indexación de los salarios a la inflación en algunos países de la zona del euro, pero hasta ahora esto no ha dado lugar a ningún cambio institucional sustancial en el proceso de fijación de los salarios».

En otras palabras, el BCE celebra el debilitamiento del poder de negociación de los trabajadores como un avance estructural positivo, que hace que la zona del euro sea menos susceptible a las espirales de precios y salarios. Incluso dejando de lado las dudosas pruebas teóricas y empíricas de las espirales de precios y salarios, se trata claramente de un modelo unilateral de control de la inflación que obliga a los trabajadores a soportar el peso de la inflación en toda la economía, aceptando reducciones reales de su poder adquisitivo. Este lenguaje del BCE corre el riesgo de animar a los gobiernos a erosionar aún más el poder de negociación colectiva de los trabajadores. Por el contrario, un enfoque coordinado de toda la administración pública frente a la inflación, con un marco de objetivos más flexible, podría mantener la estabilidad de los precios con mayor éxito sin imponer pérdidas desproporcionadas en el bienestar de los trabajadores.

No se trata solo de una oportunidad perdida, sino de una elección política. El mandato del BCE, consagrado en el artículo 127 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, le obliga a apoyar los objetivos generales de la Unión: el pleno empleo, el progreso social y la sostenibilidad medioambiental. No se trata de elementos opcionales, sino de condiciones esenciales para una estabilidad real y duradera.

Es profundamente decepcionante que la Revisión no haya integrado plenamente estas prioridades en su marco básico. Aunque hace alusión a los riesgos climáticos y a la desigualdad, no llega a incorporarlos en un nuevo pilar analítico ni a alinear las operaciones monetarias con las estrategias fiscales e industriales de la UE. El BCE ha optado por la cautela en lugar de la valentía, por la ortodoxia en lugar de la innovación.

Los sindicatos europeos lo tienen claro: no aceptaremos más sacrificios de quienes ya han dado demasiado. Pedimos un cambio real en la política monetaria, que empodere, en lugar de debilitar, la negociación colectiva. Que reconozca los riesgos estructurales, como las crisis climáticas y la codicia empresarial. Que apoye, en lugar de frenar, la transición justa y la creación de empleo de calidad.

La credibilidad del BCE no se recuperará repitiendo los errores del pasado. Se ganará protegiendo el futuro de Europa: una economía más justa, basada en el trabajo digno, la inversión sostenible y la prosperidad compartida. La revisión estratégica puede publicarse, pero el debate está lejos de haber concluido. Los trabajadores no exigen neutralidad, sino justicia; no temen a la inflación, sino políticas audaces y coordinadas que sirvan a los ciudadanos, no solo a los mercados.


Fuente: https://www.socialeurope.eu/the-ecbs-strategic-review-a-betrayal-of-europes-workers

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *