Bruselas eleva el tono frente a la competencia desleal de China
Advierte del riesgo de acoger el exceso de oferta de Pekín en tecnologías limpias, reprocha a EEUU que limitara a los productores occidentales con la Ley de Reducción de la Inflación, y reclama estándares comunes para los productores para un comercio justo.
Hace más de un año desde que la Unión Europea reformuló su estrategia con China. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, llamaba a establecer una nueva relación: reducir riesgos con Pekín, aunque sin romper por completo los lazos. Derisking, not decoupling. Desde entonces el bloque ha aumentado el escrutinio sobre las prácticas del gigante asiático. Tanto es así que la semana pasada, la vicepresidenta de la Comisión Europea, Margrethe Vestager, elevó el tono contra las prácticas desleales en las que incurre China.
Lo hizo en suelo estadounidense, y en un momento en el que la UE mira a su alrededor para reducir los riesgos de sus dependencias comerciales y aumentar su competitividad y autonomía estratégica. La danesa evidenció que Europa no puede ser destino del exceso de oferta de China en los sectores de tecnologías limpias, que exporta a precios muy bajos por la sobreproducción que ha acometido para impulsar su economía.
Así es como la vicepresidenta del Ejecutivo comunitario detalló la jugada delineada por Pekín en el segmento fotovoltaico con el objetivo de evitar prácticas similares: «hemos visto cómo China ha llegado a dominar la industria de los paneles solares. En primer lugar, atrayendo inversión extranjera a su mercado nacional, normalmente mediante join ventures. En segundo lugar, adquiriendo la tecnología, y no siempre de forma transparente. Tercero, concediendo subvenciones amplias a los proveedores nacionales, al tiempo que se cierra progresivamente el mercado nacional a las empresas extranjeras. Y cuarto, exportando el exceso de capacidad al mundo a precios bajos».
Mandó así un mensaje Estados Unidos: «ni la economía europea ni la americana pueden absorber» tal oferta. «No sólo es peligroso para nuestra competitividad. También pone en peligro nuestra seguridad económica. Hemos visto cómo las dependencias unilaterales pueden utilizarse en nuestra contra». Después de reclamar que el gigante asiático debe seguir las reglas de equidad y reciprocidad en el comercio internacional, la danesa pidió a los socios, como los del G7, que desarrollen una lista de criterios de fiabilidad para las tecnologías limpias: como huella medioambiental, derechos laborales, ciberseguridad o seguridad de los datos. Unos criterios que se aplicarían a productores en todo el mundo para aupar la competitividad.
Tanto la pandemia de COVID, como la guerra de Rusia en Ucrania, nos han evidenciado las vulnerabilidades del bloque. «Europa y Estados Unidos, cada uno a su manera, dependen de terceros países para obtener tecnologías críticas y las materias primas necesarias para producirlas. En este ámbito, China ha construido una posición fuerte, pero no siempre jugando limpio», evidenció la danesa.
A lo que se refiere es a la rotura de la cadena de suministro que, durante y tras la pandemia, azotó duramente al sector automovilístico europeo, dependiente de los microchips chinos. Tampoco hay que olvidar los subsidios con los que ha dopado a su industria, pese a reducir la entrada a empresas extranjeras, o que China ha impuesto restricciones a las exportaciones de tres minerales clave: galio, germanio y grafito, siendo de este último el principal productor.
No ha ayudado la falta de una condena clara desde Pekín en contra de Rusia, a quien ha ayudado a esquivar las sanciones impuestas desde la UE. E hizo mención expresa Vestager a la potente industria de paneles solares que ha desarrollado el gigante asiático. «Hoy, menos del 3% de los paneles solares instalados en la UE se producen en Europa», detalló la vicepresidenta de la Comisión Europea. Este tipo de jugadas, según aclaró, «se están volviendo habituales en todos los sectores, desde las tecnologías limpias, a los semiconductores».
«China es para nosotros simultáneamente un socio, un competidor económico y un rival sistémico. Y las dos últimas dimensiones convergen cada vez más», advirtió Vestager. Para entender los riesgos que entraña, explicaba la semana pasada el director gerente del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), Pierre Gramegna, que el bloque se encuentra en una «posición difícil»: las exportaciones con terceros países equivalen a más del 60% de su Producto Interior Bruto (PIB), frente al 5% que representa en Estados Unidos y el 38% para China. Por lo que, en caso de fragmentación comercial, «Europa se verá más impactada por definición».
Vestager tuvo también unas palabras para el paquete de subsidios para tecnologías limpias que Estados Unidos dispuso para su industria el pasado año. La conocida como Ley de Reducción de la Inflación disponía medidas consideradas como proteccionistas para la UE y desventaja competitiva para las firmas comunitarias. «Al vincular los criterios a la producción local, en lugar de a la fiabilidad, Estados Unidos limitó el potencial de los productores occidentales. Y nos obligó a reaccionar habilitando subvenciones equivalentes. Lo que significa que, esencialmente, cada uno de nosotros está utilizando el dinero de los contribuyentes para atraer o retener proyectos de los demás. En vez de utilizarlo para dar a nuestras empresas una ventaja innovadora o competitiva en esta carrera mundial», reprochó la vicepresidenta comunitaria. Lo hizo consciente de que un escenario en el que el republicano Donald Trump vuelva a pisar la Casa Blanca supondría un mayor desafío para la UE. Una posibilidad que tiene al bloque en vilo y que presiona para reducir dependencias también con Washington en gas o defensa, pese a ser su principal socio comercial.
De la teoría a la práctica
Lo que en un principio se articuló a través de retórica para reducir la exposición a China, ha ido tomando forma desde Bruselas. Primero la Comisión Europea abrió una investigación a Pekín por los subsidios de los que dota al sector de vehículos eléctricos. Le acusa de prácticas de comercio desleal y de posible distorsión del mercado, por inundarlo con un exceso de oferta de productos del gigante asiático a precios muy bajos. Pero el Ejecutivo comunitario ha ido más allá, ya son tres las investigaciones que ha abierto contra empresas de Pekín por sospechar que acuden a concursos públicos con subvenciones de China, lo que les confiere ventaja respecto a otras firmas que se presentan a las mismas licitaciones.
La primera de ellas, se refería a la empresa Qingdao Sifang Locomotive, firma subsidiaria de la constructora ferroviaria chinaCRRC (China Railway Rolling Stock Corporation), en una contratación pública en Bulgaria. El procedimiento se cerró porque la firma salió del concurso. El segundo caso tiene que ver con dos empresas chinas de fotovoltaica que participaron en una licitación de un parque fotovoltaico en Rumanía. La tercera de ellas, anunciada por la propia Vestager la pasada semana, se refiere a proveedores chinos de aerogeneradores en parques éolicos de España, Francia, Grecia, Rumanía y Bulgaria.