La democracia bajo asedio: los sindicatos se erigen como baluarte contra la extrema derecha
Mientras el populismo de derecha y la extrema derecha desafían las normas democráticas, los sindicatos están preparados para defender las instituciones que unen a la sociedad.
El resurgimiento de la extrema derecha y la influencia de figuras como Donald Trump han colocado a la democracia en una posición precaria, evocando paralelismos con las luchas históricas contra el fascismo y el nazismo. Los sindicatos, que han desempeñado un papel fundamental en la salvaguarda de los principios democráticos a lo largo de la historia, se ven una vez más llamados a contrarrestar estos movimientos, reforzando la resiliencia de la democracia a través del diálogo social y la acción colectiva.
Los cimientos de la democracia se están viendo erosionados por los populistas de derecha y la extrema derecha, con factores como la desinformación impulsada por la tecnología y el aumento de las desigualdades sociales que contribuyen a la alienación y el descontento generalizados. Décadas de políticas neoliberales han desmantelado las estructuras sociales, exacerbando estos retos.
Los recientes acontecimientos en Estados Unidos han puesto de relieve la fragilidad de los sistemas democráticos, que se basan en el consenso social. Cuando este consenso se fractura y se instala la polarización, se abre una ventana para que la extrema derecha explote el descontento público bajo el disfraz del «populismo». La rápida escalada de estos acontecimientos exige la condena inequívoca de los movimientos nacionalistas, autoritarios, de extrema derecha y neofascistas. En esta coyuntura crítica, los sindicatos son esenciales.
Una democracia sana se nutre de la participación y la moderación, mientras que sucumbe a la ignorancia, la privación, la apatía y el aislamiento. El referéndum sobre el Brexit puso de manifiesto los peligros de la desinformación, que puede conducir a decisiones potencialmente lamentables. En Estados Unidos, diversos grupos, entre ellos científicos, la sociedad civil, las mujeres, las minorías y antiguos empleados federales, se oponen activamente a la influencia de Trump y sus aliados.
La participación, lograda a través de organizaciones de la sociedad civil, instituciones y sindicatos, es fundamental. La investigación de los premios Nobel Darren Acemoglu y Simon Johnson destaca la distinción entre las instituciones «inclusivas», que fomentan la participación, y aquellas que concentran el poder y la riqueza.
El historiador estadounidense Timothy Snyder, en su libro «Sobre la tiranía. 20 lecciones del siglo XX», destaca la importancia de «defender las instituciones». Afirma que «son las instituciones las que nos ayudan a preservar la decencia. Caen una tras otra a menos que se defiendan desde el principio. Así que elige una institución que te importe —un tribunal, un periódico, una ley, un sindicato— y ponte de su lado». No se puede subestimar la gravedad de la situación en Estados Unidos, subrayada por la reciente reubicación de Snyder en Canadá.
La toma de decisiones colectiva tiende a dar lugar a políticas progresistas. La experta jurídica irlandesa Seanna Glennon observa que la experiencia irlandesa «ha demostrado que los ciudadanos de a pie son perfectamente capaces de abordar cuestiones constitucionales y políticas complejas y de formular propuestas de reforma bien razonadas y sensatas».
Los sindicatos, al igual que la democracia, se enfrentan a retos, pero se basan en la rendición de cuentas. Su misión principal es promover los intereses comunes de sus miembros, los trabajadores y las familias, garantizando unas condiciones de empleo y de vida favorables. Sus actividades se extienden más allá de los lugares de trabajo.
La acción colectiva es fundamental. La organización sindical en el lugar de trabajo proporciona a las personas una experiencia directa de la democracia y la solidaridad. Los esfuerzos de colaboración dentro de sindicatos diversos empoderan a las personas y fomentan un sentido de control sobre sus vidas. A través de la cooperación y el compromiso, los sindicatos ejemplifican los principios democráticos. Cabe destacar que los sindicalistas son más propensos a tener opiniones prodemocráticas y a participar en la vida cívica. Los sindicatos cultivan la moderación a través de la práctica democrática diaria, lo que no siempre es fácil, pero es necesario para defender la democracia.
Los trabajadores que se enfrentan a condiciones laborales insatisfactorias, salarios inadecuados y autonomía limitada muestran una mayor desconfianza en la democracia y son más susceptibles a las ideologías de extrema derecha. Investigaciones realizadas en Francia también han establecido una correlación entre las tendencias de voto y la satisfacción laboral. El fortalecimiento del sindicalismo, la negociación colectiva y el diálogo social constituyen un potente antídoto contra la proliferación de los movimientos de extrema derecha y fascistas. La seguridad en el empleo, el pleno empleo, unos salarios dignos, unos servicios públicos sólidos, la igualdad y unos derechos de los trabajadores fuertes, basados en la negociación colectiva y el diálogo social, protegen eficazmente a las personas del atractivo de la extrema derecha.
El diálogo social, caracterizado por la negociación continua, encarna un compromiso compartido con los principios democráticos y el reparto del poder. El diálogo social europeo mejora el funcionamiento del mercado laboral a través de la negociación y el acuerdo. Los acuerdos sobre el trabajo a tiempo parcial, los permisos parentales, el estrés laboral, el acoso y la violencia en el trabajo, el aprendizaje permanente y el teletrabajo, entre otras cuestiones, permiten a los trabajadores influir en sus condiciones diarias y tener un impacto tangible en sus vidas.
Los ataques contra los sindicatos son deliberados. El Índice Global de Derechos 2024 de la CSI reveló que Europa ha experimentado el declive más significativo de los derechos de los trabajadores a nivel mundial durante la última década. Las nuevas tecnologías industriales y la proliferación de contratos temporales e inseguros han impedido a los trabajadores mejorar sus condiciones a través de los sindicatos. La erosión de la organización sindical durante la última década ha contribuido a ampliar las disparidades de riqueza y a agravar la desigualdad, fomentando el crecimiento de la extrema derecha.
A la hora de reconstruir los mercados laborales, es imprescindible reconocer las luchas históricas y las contribuciones de las generaciones pasadas. La Unión Europea se construyó de forma gradual, y la paz duradera y las relaciones constructivas de las que ha disfrutado Europa durante casi 70 años no deben darse por sentadas.
En 1941, bajo el régimen fascista, Altiero Spinelli y Ernesto Rossi redactaron el «Manifiesto de Ventotene» mientras estaban encarcelados, en el que imaginaban una Europa unida y pacífica después de la guerra que inspiró la creación de la UE. Recientemente, las críticas de la líder de la extrema derecha italiana Giorgia Meloni al manifiesto en el Parlamento italiano fueron condenadas por los sindicatos italianos, que consideraron que sus comentarios eran perjudiciales para la democracia. Estas provocaciones están calculadas para socavar el proyecto europeo, su unidad y sus fundamentos democráticos.
El fascismo es una ideología de acción, caracterizada por un comportamiento político irracional y miope, el desprecio por la interdependencia y el rechazo de las normas establecidas, los contratos y las realidades financieras. Encarna la antítesis de la moderación, la participación, la negociación y el compromiso, que son los pilares del diálogo social y la democracia.
La crisis actual de la democracia es una consecuencia directa de las políticas neoliberales. La afirmación de Margaret Thatcher de que «no existe la sociedad, solo existen los individuos» ha debilitado el sindicalismo y las instituciones colectivas, contribuyendo a la individualización y fragmentación de los mercados laborales. La defensa de la democracia requiere la reconstrucción de los mercados laborales para que sirvan a los intereses de la mayoría, no de unos pocos.
Los sindicatos deben defender una visión convincente para el futuro. El futuro de nuestros hijos depende de la capacidad colectiva de las fuerzas progresistas para unirse y forjar un camino hacia las oportunidades y el progreso social.
Jonathan White, profesor de política en la London School of Economics, subraya la importancia de mantener una visión abierta del futuro. Argumenta que la extrema derecha se nutre de narrativas de colapso y disrupción, especialmente cuando la izquierda abandona sus visiones ambiciosas para el futuro.
Reformar los mercados laborales fragmentados, «uberizados» e individualizados es esencial para restaurar el sentido de identidad y el orgullo por el trabajo. En el clima actual, las medidas de seguridad no deben comprometer el modelo social europeo. Los empleos de calidad, los derechos de los trabajadores, la solidaridad, la igualdad y la prosperidad son los pilares de la democracia. La erosión de la organización sindical ha exacerbado las disparidades de riqueza y la desigualdad, lo que supone una grave amenaza para la democracia.
El fortalecimiento del diálogo social es fundamental para salvaguardar la democracia y los modelos de bienestar. Debe reafirmarse la idea de que el futuro sigue abierto. El presidente del Consejo Europeo, António Costa, hizo hincapié en la necesidad de que la UE «brille de nuevo», inspirando a sus ciudadanos con confianza, valentía y creatividad, al igual que sus padres fundadores.
Los sindicalistas deben actuar como defensores de la esperanza y el progreso, contribuyendo a la derrota de la extrema derecha y fomentando una democracia europea más equitativa e igualitaria. La historia demuestra que el progreso no es lineal y que los trabajadores deben seguir luchando por cada avance.
Fuente: Democracy Under Siege: Trade Unions Rise as a Bulwark Against the Far Right