Dos acuerdos comerciales, una fecha límite: el gran esfuerzo de Bruselas a finales de año
Tras décadas de negociaciones con Mercosur y meses de acercamientos con la India, la UE se está quedando sin tiempo y sin margen de maniobra política.
El reloj no se detiene en Bruselas. Para finales de año, la Comisión Europea quiere cerrar dos negociaciones comerciales de larga duración, con el bloque sudamericano del Mercosur y con la India, acuerdos que podrían ayudar a afianzar o desestabilizar el futuro económico de Europa.
El acuerdo con Mercosur, en particular, es una reliquia de otra época. Las negociaciones comenzaron hace un cuarto de siglo y han pasado por varias generaciones de responsables políticos, salpicadas por crisis políticas a ambos lados del Atlántico. Ahora, tras 25 años, la pregunta es si el acuerdo finalmente cruzará la línea de meta o expirará silenciosamente.
Se espera que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, viaje a Brasil el 20 de diciembre en un último intento por sellar el acuerdo, siempre que primero consiga reunir el apoyo suficiente de las capitales de la UE.
No es una tarea fácil. El acuerdo requiere una mayoría cualificada en el Consejo, es decir, al menos 15 de los 27 Estados miembros de la UE, que representen el 65 % de la población del bloque. Varios gobiernos, entre ellos los de Bélgica, Austria e Irlanda, siguen oponiéndose o indecisos. Los diplomáticos afirman que la votación del Consejo está prevista para esta semana, en algún momento entre el martes y el viernes.
Sin embargo, como siempre, son los grandes actores los que más importan. Francia y Polonia se han revelado como los oponentes más decididos, mientras que Italia sigue siendo una incógnita.
Los tres han expresado su preocupación por el impacto del acuerdo en los agricultores nacionales y por las normas medioambientales y sanitarias menos estrictas que se aplican a las importaciones agrícolas procedentes de Brasil y Argentina.
Para salir del punto muerto, la Comisión ha pasado a la ofensiva, dirigiéndose tanto a los gobiernos escépticos como a los grupos de presión agrícolas indignados. En octubre dio a conocer medidas de protección más claras para los productos agrícolas sensibles, en las que se esbozaba cómo se podrían aplicar salvaguardias de emergencia para proteger sectores como el avícola y el vacuno.
El esfuerzo no logró cambiar la postura de París. A pesar del lenguaje conciliador del presidente Emmanuel Macron en el extranjero, el apoyo político en su país sigue siendo escaso, lo que hace que Bruselas considere a Francia como el mayor obstáculo.
Una declaración de la oficina del primer ministro Sébastien Lecornu el domingo dijo que la votación del Consejo debería posponerse para dar más tiempo a trabajar en las protecciones para los agricultores, una medida que, según advierten los diplomáticos de la UE, podría equivaler a un veto en cámara lenta.
«Nos ha llevado 25 años llegar hasta donde estamos ahora, y tenemos que concluirlo y firmarlo este año», afirmó un diplomático de la UE, añadiendo que «un país está distorsionando el debate público» al presionar para que se produzcan retrasos.
Otro diplomático se mostró más pesimista y cuestionó si el acuerdo se sometería a votación antes de 2026, momento en el que la ventana política en Brasil podría haberse cerrado.
Italia en juego
Polonia parece firmemente decidida, pero Italia sigue siendo una incógnita. Algunos en Bruselas sospechan que Roma está esperando concesiones de última hora.
El ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani, expresó su apoyo al acuerdo a principios de este año, mientras que el ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida, ha elogiado las nuevas salvaguardias como una victoria italiana. Sin embargo, Roma no ha dado un respaldo inequívoco, por lo que su posición final no está clara.
Según los cálculos que circulan en Bruselas, el respaldo de Italia, incluso con la oposición de Francia, Polonia y varios Estados más pequeños, sería suficiente para garantizar la mayoría cualificada necesaria para aprobar el acuerdo.
Aun así, el camino no terminaría en Brasil. El acuerdo seguiría necesitando el respaldo de una mayoría simple en el Parlamento Europeo, cuya votación está prevista para 2026.
La apuesta de la India
Paralelamente, se está llevando a cabo una negociación que muchos funcionarios consideran una apuesta aún más difícil.
En una muestra de intención política, todo el Colegio de Comisarios viajó a la India el pasado mes de febrero para restablecer las relaciones. Von der Leyen y el primer ministro Narendra Modi aprovecharon la visita para anunciar que se finalizaría un acuerdo de libre comercio a finales de 2025.
La profundización de los lazos con la India, la democracia más poblada del mundo, se ha convertido en un elemento central de la estrategia de Bruselas para reducir la dependencia de los socios tradicionales y diversificar sus alianzas globales.
La recompensa económica es considerable. La India ha superado recientemente a Japón para convertirse en el tercer mercado automovilístico más grande del mundo, solo por detrás de Estados Unidos y China, con más de cinco millones de vehículos vendidos solo en 2023.
Bruselas no se hace ilusiones sobre la dificultad. El responsable de Comercio de la UE, Maroš Šefčovič, ha descrito en repetidas ocasiones las negociaciones con una de las economías más proteccionistas del mundo como «un reto», calificando a los negociadores indios como «probablemente los más duros del planeta».
El negociador jefe de la UE, Christophe Kiener, ha advertido que Bruselas no puede esperar un acuerdo «al estilo de Nueva Zelanda», señalando que, en varias cuestiones, la UE y la India operan en «galaxias diferentes».
La India se ha resistido a las exigencias habituales de Bruselas de vincular el comercio a los compromisos de desarrollo sostenible, mientras que garantizar el cumplimiento de las normas de la UE, incluido el impuesto fronterizo sobre el carbono del bloque, sigue siendo otro obstáculo importante.
«No será el acuerdo ambicioso que esperábamos», afirmó esta semana un diplomático de la UE. Otro describió el resultado más probable como un pacto «a medida», más limitado que los acuerdos comerciales habituales de la UE, pero quizás la única versión que tiene posibilidades de sobrevivir a la política interna de ambas partes.
Para Bruselas, las dos negociaciones ponen de relieve un dilema familiar: la necesidad de abrir los mercados en el extranjero, al tiempo que se sortea la resistencia política en casa, todo ello en un contexto geopolítico cada vez más tenso.
Fuente: https://www.euractiv.com/news/brussels-races-to-lock-in-a-make-or-break-year-for-global-trade/

